Nunca olvidaré el momento en el que por primera vez tuve entre mis brazos a mi hijo mayor. Me sentí abrumado de orgullo, emoción y ansiedad. Me di cuenta que no había marcha atrás: Me había convertido en padre.
Los padres—especialmente los primerizos—a menudo tienen sentimientos de anticipación e incluso miedo. Nos preguntamos si estamos listos. Nos preocupamos de que algo vaya a suceder y que no sepamos qué hacer. Tenemos miedo de cometer tantos errores que nuestros hijos vayan a ser afectados de una manera irreparable.
Así que buscamos recursos para ayudarnos. Buscamos a nuestros propios padres para obtener un poco de sabiduría. Les preguntamos a nuestros hermanos y amigos que ya tienen hijos. Y algunos de nosotros consultamos la Biblia, que está llena de consejos de crianza.
PADRES EN LA BIBLIA.
Por supuesto, la Biblia no fue escrita principalmente como una guía para criar a los hijos. Sin embargo, tiene mucho que decir sobre el tema. A través de proverbios e historias, la Biblia revela mucho acerca de lo que significa criar de una manera devota. Mucho se demuestra a través de ejemplos narrativos de padres criando a sus hijos en buenas y… bueno, otras no tan buenas maneras.
Algunos de esos malos ejemplos llevan a la gente a pensar que lo que tiene que decir la Biblia sobre la crianza debe ser desacreditado. Pero yo creo que las ilustraciones de la mala crianza de los hijos en la Biblia están destinadas a mostrarnos lo que no se debe hacer—como la mayoría de los malos ejemplos pretenden hacer.
Una de las historias bíblicas más conocidas y controvertidas de padres e hijos es la de Abraham e Isaac. Abraham había esperado literalmente cien años para que Isaac llegara. Él amaba a Isaac y lo valoraba por encima de casi todo lo demás; Abraham sabía que el nacimiento de Isaac fue un regalo de Dios.
Pero luego Dios le dijo a Abraham que llevara a Isaac a una montaña y que lo sacrificara como ofrenda.1 Casi puedo imaginarme a Abraham respondiendo, “¿Quieres que haga qué?”
No obstante, Abraham tenía fe en la bondad y provisión de Dios, y emprendió el viaje con su hijo. La fe de Abraham era bien fundada. Dios detuvo a Abraham de seguir adelante con el sacrificio de su hijo.
Es importante reconocer que el punto principal de esta historia tiene menos que ver con las pautas de crianza de los hijos y tiene más que ver con una prueba de fe de Abraham. La Biblia nunca aboga por lastimar a los hijos. El hecho de que Isaac en realidad nunca fue lastimado—además de las muchas otras partes en las cuales la Biblia condena el sacrificio de niños—apoya este punto.
Pero la Biblia no ofrece sólo ejemplos de cómo ser padres a través de historias; también da consejos directos sobre la crianza. En este asesoramiento nos encontramos con el estándar ideal de ser padres según la voluntad de Dios. Una y otra vez la Biblia insta a los padres a hacer tres cosas: Atesorar a sus hijos, enseñarlos y corregirlos y ser modelos para ellos sobre cómo vivir.
ATESORA A TUS HIJOS.
El Salmo 127:3 declara, “Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa.”2 Los niños son, ante todo, una recompensa—una bendición. Es fácil ver a nuestros hijos como bendiciones cuando son pequeños. Pero la Biblia dice que a medida que crecen (y más allá de esa fase adorable) debemos seguir atesorándolos, aun y cuando no es tan fácil.
Atesorar a nuestros hijos significa que no debemos ser padres con crueldad, sobre-corrección o disciplina excesivamente dura. Tal tratamiento puede causar que nuestros hijos se vuelvan amargados y resentidos. Colosenses 3:21 nos alienta, “Padres, no exasperen a sus hijos, no sea que se desanimen.” Como padres, es nuestro trabajo asegurarnos que nuestros hijos se sientan apoyados y amados.
Mi esposa y yo hemos criado a tres hijos durante los últimos trece años. Ha habido altibajos, y hemos cometido un montón de errores. Pero nunca falla: Siempre que tenemos un día particularmente difícil como padres, recordamos una historia tierna o dulce sobre el hijo en cuestión, y nos deja con sonrisas y sentimientos de agradecimiento por tener a un gran hijo.
Tal como lo dice la Biblia, nuestros niños son una bendición para nosotros. Y así debemos atesorarlos en todo momento y en todas sus edades.
ENSEÑA Y CORRIGE A TUS HIJOS.
Sin embargo, esto no implica que la Biblia no aliente a los padres a enseñar y corregir a sus hijos. Después de un resumen de la ley de Dios dada a los israelitas, Deuteronomio 6:7 instruye, “[Las palabras de Dios] Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.”3
Los padres estamos para impartir conocimientos devotos y honrados a nuestros hijos. Esto debería ser la base de nuestras enseñanzas para ellos. Proverbios 22:6 explica la importancia de esto: “Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.” Queremos inculcar en nuestros hijos un sentido de vida honrada que los lleve hasta la edad adulta.
Para hacer esto, los padres son animados a enseñar y corregir a sus hijos a través de una disciplina cuidadosa y suave. La escritura nos dice que Dios disciplina a sus hijos (es decir, a todos los creyentes) por amor: “Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.”4
Los padres deben seguir el ejemplo establecido por Dios el Padre, ya que la disciplina da a los hijos un sentido de consistencia y una guía para el comportamiento correcto. Pero es imposible exagerar la importancia de asegurarnos que disciplinamos a nuestros hijos desde un lugar de amor y nunca por ira. Disciplinamos a nuestros hijos para mejorar su calidad de vida a largo plazo, no para ventilar nuestras emociones.
Autor Chip Ingram dice algo importante: “Si un niño no puede aprender a obedecer a un padre que es visible, él nunca aprenderá a obedecer a un Dios que no lo es.”5 Enseñar a nuestros hijos los caminos de Dios debe ser una prioridad para todos los padres.
Mi mayor deseo para mis hijos es que aprendan la voluntad de Dios para sus vidas. En mi propia vida, he descubierto que la sabiduría de Dios sobrepasa la mía. Cuando he tratado de seguir su camino para mí, he sentido su presencia incluso en tiempos difíciles. Espero que mis hijos encuentren el mismo confort, amor y propósito en relación con Dios.
MODELA DE UNA VIDA HONRADA PARA TUS HIJOS.
Finalmente, la Biblia alienta a los padres a modelar para sus hijos todo lo que les enseñan. Esencialmente, como dice el viejo adagio, tenemos que practicar lo que predicamos. El libro de Tito explica lo que los cristianos deben hacer: “Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo. Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad, y con un mensaje sano e intachable.”6
Si no actuamos de la manera en la que queremos que nuestros hijos actúen, nuestras palabras serán inútiles. Los niños se convierten en lo que ven, así que debemos demostrarles en qué queremos que se conviertan. Si quieres que tu hijo viva una vida de acuerdo a ciertas normas, tú debes hacerlo primero.
He visto esto de primera mano en mi familia. Mi padre modeló un buen comportamiento en mí tratando a mi madrastra con amor y respeto, así que con su ejemplo aprendí cómo debía tratar a mi esposa. Sin embargo, él también tenía un temperamento fuerte, y por desgracia desarrollé uno, también.
Ahora que soy padre, veo comportamientos en mis hijos que definitivamente han aprendido de mí. Mi hijo mayor visitó a su tía el verano pasado por su cuenta y ella nos hizo saber lo caballeroso que [mi hijo] era. “Nunca tuve que abrirme una puerta durante el tiempo que él estuvo aquí,” dijo. Al parecer él ha estado observando cómo hago esto por su madre todos estos años y realmente aprendió algo—es un poco impresionante, lo sé. Sin embargo, en otras maneras he modelado mal comportamiento. Nuestra hija de en medio tiene un carácter un poco explosivo, al igual que yo; ambos estamos trabajando en ello.
La verdad del tema es muy clara: Sé un modelo de lo que quieres que tus hijos sean. Ellos serán lo que ven.
GRACIA Y PERDÓN.
Pero aunque Dios nos ha dado la sabiduría sobre la crianza, todos fallamos a veces mientras la vivimos. Aunque mi esposa y yo hemos aprendido una o dos cosas por ahora, aún sentimos ansiedad. Nos cuestionamos—o incluso nos lamentamos—alguna decisión que hayamos tomado al calor del momento. Nadie es perfecto, mucho menos nosotros.
Pero por suerte tenemos la herramienta más poderosa en nuestros bolsillos: La gracia de Dios. Nosotros, como hijos que fallamos al gran padre cuando pecamos, aún somos amados por él. Mi esposa y yo nos aferramos a esta verdad cuando perdemos la compostura u olvidamos un evento o aceptamos demasiados compromisos.
Y porque conocemos la gracia de Dios tan personalmente, buscamos extender esa misma gracia hacia nuestros hijos cuando nos fallan, también. Deja que tu manera de criar a tus hijos esté llena de la gracia, amor y perdón mientras atesoras, enseñas y modelas una vida honrada para tus hijos.
Fuente: exploregod.com
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