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Como cristianos, se nos enseña a través de la Escritura a ser amorosos, pacientes, amables y humildes. ¿Se traduce esto también en ser políticamente correcto? No.
Vivimos en una cultura adulterada con falsas enseñanzas incluso por algunos que dicen ser cristianos.

La corrección política es la doctrina mundana que pretende guiar a la gente a hacer lo correcto hacia sus semejantes. El peligro de esta norma social insidiosa es que no es una doctrina sólida; es una mera moral humanista que no se basa en la palabra de Dios. Fundamentalmente defectuosa porque rechaza a Dios, se ha vuelto prevalente y popular entre todas las edades de aquellos que buscan sentirse bien consigo mismos sin vivir realmente el amor que Dios les ha enseñado. Como tal, representa un peligro claro para los cristianos que pueden ser débiles en su fe y sujetos a la intimidación de sus compañeros.

La corrección política no es una mera falta de apego a las elecciones de los demás, sino una doctrina que, cuando se examina, utiliza las repercusiones sociales para castigar a cualquiera que no acepte su cosmovisión del bien y del mal. Su efecto es causar confusión resultando en que lo malo sea llamado bueno y lo bueno sea llamado malo. Es la gran mentira que dice que debes aceptar a todos como iguales y buenos en el nombre de la justicia cuando sabemos que sólo antes de que Dios resida la gloria y la gracia.

Tu estima es con Dios como su hijo, no con la aprobación de la gente. Esta doctrina, producto del mundo y de su oscuridad, trata de tolerar y defender todo tipo de malas decisiones como si todo lo que hace la gente fuera tolerado y respetado. Se fomenta la corrección política como enfoque de toda controversia política y social.


Nosotros, los creyentes, no somos de este mundo, y debemos manifestar la voluntad de Dios en todas las cosas: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no son del Padre, sino del mundo» (Juan 2:15-16).

Como cristianos, nuestra meta más alta es seguir lo que Dios nos ha enseñado, aunque eso signifique ser rechazados o ridiculizados por los pseudo-intelectuales y los grupos sociales dominantes que nos rodean. No debemos permitir que el temor de no ser aceptados por nuestros semejantes y conocidos nos haga dar aprobación tácita a lo que sabemos que es pecaminoso. Todas las opiniones, creencias, sentimientos y actividades no son iguales ni justas ante Dios. Es nuestro deber cristiano ser audaces y valientes en medio de tal oscuridad, compartiendo la verdad tal como la entendemos.

Se nos dice que «En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor tiene tormento. El que teme no se perfecciona en el amor,» 1 Juan:14:18 (RV).


Cuando sientes cualquier tipo de miedo emocional (quizás de rechazo o de ser ridiculizado verbalmente), es una advertencia inmediata de que estás bajo ataque espiritual. Es en ese momento que eliges confiar en tu corazón que has llenado con la palabra de Dios en vez de escuchar sólo a tu mente que puede estar sujeta a los temores del hombre. Un sentimiento de miedo por defender lo que crees no es un sentimiento que emana de Dios.

Para combatir este temor, prepárate con la oración y meditando regularmente sobre la Palabra de Dios. Explore las discusiones teológicas en línea que se centran en los temas y controversias que preocupan a los que le rodean, para que esté bien fundamentado, fuerte y capacitado. Debido a que has fortificado tu corazón de antemano, tu mente se renueva y entonces se convertirá en la herramienta para expresar lo que crees.

 

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Fuente: Christine Smith