El testimonio de estas dos mujeres a quienes por su conversión no se les permitía comer ni beber agua, muestra la fuerte realidad que viven muchos cristianos alrededor del mundo.
Meena y Sunita, dos mujeres a quienes por razones de seguridad les fueron omitidos sus nombres, son dos hermanas que viven al este de la India. Ambas se convirtieron a Cristo luego de escuchar una predicación evangelística por medio de una radio.
«Perdimos nuestra casa, nuestra cosecha de arroz, 45 cabras, nuestra ropa y fuimos expulsados del pueblo», dijo Meena, esto como consecuencia de haber aceptado a Jesús.
«Perdimos amigos y familiares, y cuando queríamos construir una nueva casa en otro lugar, nos robaron los ladrillos y la madera», añadió.
La conversión de las hermanas va en contra de las creencias religiosas de la familia, quienes practican el hinduismo.
Luego de que los residentes de la comunidad descubrieran la fe cristiana de dos mujeres, se desencadenó una serie de conflictos en contra de ambas.
«Se dijeron unos a otros que los cristianos no deberían ser tolerados en el pueblo. Llamaron a nuestro padre y lo presionaron. Él les dijo: «Les proporcionaré una habitación, pero no les daré comida ni ropa». No nos encerró, pero teníamos que cuidarnos. Toda la aldea nos rechazó, pero fuimos bendecidas por el Señor», recordaron las hermanas.
Era tal el nivel de intolerancia hacia su fe, que los lugareños les prohibían recoger frutos de los arboles, sacar agua del pozo, e incluso transitar por el camino a través del pueblo.
Agresión contra las hermanas
Además de todas las prohibiciones que les hicieron, personas de la comunidad también las golpearon cuando fueron a su casa para cuestionarlas por el motivo de su conversión.
«Me rompieron al menos cinco o seis [palos de bambú] en la espalda», dijo Meena.
«Mi hermana trató de protegerme pero no pudo. Simplemente le grité a Dios: ‘¡Gracias, Señor! Jesús, por favor, perdónalos, no saben lo que hacen’», añadió.
Aunque sufrieron todo esto, ninguna piensa en renunciar a su fe en Cristo, pues ven eso como el cumplimiento profético de las escrituras bíblicas.
«Cuando la gente nos dice malos nombres, a veces me siento triste, por supuesto», dijo Meena. «Pero siempre recuerdo las promesas de Dios y su amor por mí. Me honra ser perseguida en su nombre. Estoy muy feliz con Dios«.
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Fuente: http://noticias.labiblia.in/