Esta joven logró encontrar en Jesús las respuestas que buscaba y la cura para el dolor que le generó el abuso sufrido en su infancia.
Michaela Lanning sufrió abusos dentro de su propia casa cuando apenas era una niña; lo que la llevó a querer quedarse constantemente en casa de su abuela y dormir en medio de montones de basura y contaminación.
(Papá estaba muy desconectado, era muy sociópata, muy narcisista, una personalidad muy adictiva), dijo la joven
Debido a que no tenía apoyo de ningún tipo, su madre terminó siendo desalojada, cosa que trajo mucha confusión a Michaela y sus hermanos.
Cuando estaba en quinto grado, era criticada y señalada por no hacer cosas comunes de niñas; aunque ella se encontraba muy oprimida, pues trataba de lidiar con los ataques de pánico de su madre mientras comía muy poco.
(Tuve que poner a dormir a mi madre y tenía miedo de que se muriera), recuerda la joven. (Cuando la llevaba a la cama todas las noches, pensé que la salvaría de la muerte).
Su madre logró recuperarse, pero ya Lanning estaba sufriendo las consecuencias de todo lo que vivió durante su infancia, y que estaba reflejándose en su adolescencia conforme crecía.
Desarrolló trastorno disociativo, no deseaba ir a la escuela y posteriormente comenzó a tomar clases en casa, al mismo tiempo que vivía una situación apretada y complicada en su hogar.
(Mi hermana y yo dormíamos en la sala de estar en dos sofás, que probablemente eran de los años 80. Estaban cubiertos de orina de perro. Estaban sucios; tenían agujeros. Con eso dormimos cuatro años más. Sin cama, sin habitación, sin padre, nada), recuerda.
En busca de aceptación, decidió salir del armario y declararse como bisexual; para posteriormente afirmar ser lesbiana.
Comenzó a juntarse con personas transgénero, cosa que influenció gran parte de su vida y la llevó a cuestionarse su propia identidad; por lo que fundó un grupo LGBT en su escuela.
(Sentí todas estas cosas y yo, en mi quebrantamiento y mi automutilación y mi desorden alimenticio y mi ansiedad, todo iba encajando, y dije que sí, me parece correcto: soy transgénero), señaló.
Tiempo más tarde, comenzó a declararse hombre y le pedía a sus amistades que la llamaran por un pronombre masculino, mientras consultaba a un (terapeuta de género).
(Pero en mi corazón sabía que no era transgénero todo el tiempo. De hecho, lo que necesitaba era un salvador, simplemente no lo sabía en ese momento), explicó.
Con el tiempo empezó a sufrir de ataques de nervios y posteriormente abandonó la escuela y su identidad transgénero; aunque encontró refugio en las drogas, que también influyeron en las cosas que poco a poco estaban destruyendo su vida.
No obstante, un día, por curiosidad, comenzó a buscar iglesias en Google y encontró la Iglesia Red Rocks. Cabe destacar que no había pisado un templo en cuatro años.
Ella relata que fue al lugar y desde que entró allí comenzó a sentir la presencia de Dios y el Espíritu Santo tocando su corazón.
Durante un momento de adoración, levantó sus manos en señal de rendición y sintió como el Señor descendía sobre ella. Entregó su vida a Jesús, se bautizó y sintió el llamado de Dios al ministerio.
(Estoy viva por la gracia de Dios. Soy salvo por el sacrificio de Jesús y todo lo que hice fue por Él. Él no me juzga por mi pecado, no me juzga por mi crisis de identidad, no me juzga por mi enfermedad mental. Él ve a Su hija en mí y ve mi corazón y mi alma y mi amor por Él), concluye la joven.
En la actualidad, Michaela está estudiando actualmente en el Instituto Bíblico Moody para desarrollar su compromiso ministerial y compartir el evangelio con otros jóvenes.
Fuente: Noticiascristianasdigitales.com
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