“Estamos aquí para cambiar el rumbo de la historia”, proclamó ayer el presidente Donald Trump minutos antes de la firma en la Casa Blanca de los acuerdos entre Israel y dos de sus vecinos árabes para normalizar relaciones, alabados por sus signatarios en inglés, hebreo y árabe.
“Habrá paz en Oriente Medio”, vaticinó Trump, que presentó los llamados pactos de Abraham como “un nuevo amanecer para Oriente Medio”.
Aunque recibidos con escepticismo por veteranos analistas especialistas en la región, los acuerdos entre Israel y Emiratos Árabes Unidos por un lado y, por otro, Bahréin, suponen un cambio de paradigma, un realineamiento estratégico histórico impulsado por su oposición común a Irán, su archienemigo chií; el progresivo repliegue de Estados Unidos de la región, el agotamiento tras décadas de conflictos y, finalmente, la soledad de los palestinos, que acusan de traición a sus vecinos árabes.
“En 72 años sólo se habían firmado dos acuerdos, nosotros en un mes hemos conseguido dos más”, se felicitó Trump desde uno de los balcones de la Casa Blanca, equiparando en relevancia estos últimos pactos con los que en 1978 y en 1994 sellaron la paz de Israel con Egipto y Jordania, hasta ahora los únicos países árabes con los que mantenía relaciones diplomáticas.
Trump dio por roto “el vicioso ciclo de terror que existe en la zona” y vaticinó que muy pronto “cinco o seis países” más del Golfo se sumarán a los acuerdos.
También los palestinos y los iraníes lo harán “cuando llegue el momento”, dijo.
“Quieren hacerlo”, aseguró de los dos países, aunque no lo harán antes de elecciones presidenciales estadounidenses, aseguró Trump, exultante al poder apuntarse un improbable éxito diplomático a sólo siete semanas de las elecciones presidenciales, en especial de cara a la derecha evangélica proisraelí.
Los acuerdos entre el Estado hebreo y las dos monarquías suníes del Golfo hacen oficiales las relaciones económicas y comerciales que, de facto, ya mantenían desde hace dos décadas, pero rompen con el tabú histórico de no hacer tratos con Israel hasta que no llegara a un acuerdo de paz con los palestinos.
La eventual participación de Arabia Saudí, que ha dado su visto bueno en la sombra a los acuerdos pero se mantiene al margen, dispararía su relevancia histórica, por las implicaciones que tendría para Siria, Líbano e Irán.
“Algunos dicen que hemos llegado a estos acuerdos por la puerta de atrás. A mí me gusta más decir que hemos cogido la puerta más inteligente”, comentó Trump antes de que el primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, el ministro de Exteriores de Emiratos Abdulá bin Zayed al Nahyan, y su homólogo de Bahréin, Abdulatif bin Rashid al Zayani, firmaran sus respectivos acuerdos bilaterales y un tercer documento que compromete a las cuatro partes a trabajar por su éxito y la prosperidad regional.
Jeremy Ben-Ami, presidente del grupo J Street, el lobby judío progresista en Estados Unidos, alternativa al derechista Aipac, celebró el acercamiento entre Israel y los países árabes, pero reclamó que no sean un sustituto a una acción diplomática con los palestinos que tengan en cuenta sus aspiraciones.
Más que una transformación del “paz por territorios” de las negociaciones entre Israel y sus vecinos en un “paz por paz”, como lo plantea Netanyahu, “esto se parece más a un acuerdo de negocios, intereses por intereses”.
Egipto y Jordania. En 1979 Egipto fue el primer país árabe en firmar un acuerdo de paz con Israel tras meses de negociaciones secretas, lo que le valió la expulsión de la Liga Árabe y el asesinato del presidente Sadat por islamistas en 1981.
Jordania firmó la paz en 1994 bajo promesas económicas de EE.UU. e Israel, pese al rechazo en un país con la mitad de la población de origen palestino
Los países del Golfo. Tras Emiratos y Bahréin, es probable que Omán también decida normalizar relaciones.
Arabia Saudí, por su parte, ha ido acercándose a Israel de forma discreta en los últimos años, bajo el manto de la Administración Trump y en el marco de la escalada de la rivalidad con Irán. Pero dar el paso de normalizar relaciones, para un país que es además custodio de los lugares santos del islam, podría provocar un terremoto entre los sectores conservadores
Magreb. Ni Marruecos ni Túnez tienen firmado un acuerdo de paz, aunque son dos de las naciones árabes con las que mantiene mejores relaciones, con el turismo abierto a los israelíes en ambos países.
Sin embargo, y pese a la presión de Washington, Marruecos ha negado los rumores de que se dispone a normalizar las relaciones. Rabat y Tel Aviv intercambiaron oficinas de enlace en 1994, pero con la intifada del 2000 Marruecos las cerró
Líbano, Siria e Irak. Son los vecinos árabes con peores relaciones con Israel, al que ninguno reconoce. Los israelíes observan con inquietud la creciente influencia de Irán, su gran rival, sobre las comunidades chiíes en los tres países
Turquía. Turquía fue el primer país de mayoría musulmana que reconoció a Israel, en 1949, y solían mantener vínculos militares. Pero la relación se ha deteriorado en los últimos años a medida que el islamista Erdogan ha ido endureciendo el tono
Fuente: lavanguardia.com
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